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¿Nos hemos olvidado de Afganistán 3 años después?

El 30 de agosto de 2021, los efectivos militares de los Estados Unidos terminaron su retirada de Afganistán, una abrupta salida que realizó junto con sus aliados después de dos décadas de fracaso sobre el suelo de los talibanes. El objetivo de la intervención occidental en este país de 41 millones de habitantes fue el de desmantelar la base de operaciones que significaba para Al Qaeda, la organización terrorista detrás de los atentados de las Torres Gemelas de septiembre de 2001.

La situación actual de Afganistán es dramática. El país ha vuelto a caer en las manos de los talibanes, un grupo terrorista que esta semana ha dado un paso más en su represión contra las libertades de la población: los hombres no pueden afeitarse ni usar corbata y la voz de las mujeres se prohíbe en los espacios públicos a partir de esta semana.

El de Afganistán es un «Estado fallido» en el que reina la «violencia más macabra» después del «abandono» al que los países occidentales han condenado a su población, asegura el experto en seguridad militar Manuel Gazapo Lapayese.. Ahora, en el país reina a sus anchas el crimen organizado, el terrorismo, la radicalización religiosa y otros fenómenos secundarios.

La aparente calma en la que estaba sumida durante la presencia de las tropas occidentales se ha revelado como algo irreal: ahora Afganistán se encuentra sin estructuras de Estado y tomado por los talibanes desde 2021.

La toma del territorio se explica por el acuerdo al que llegó el grupo terrorista con la administración de Trump el año previo a la retirada. En él, los talibanes se comprometieron a que Al Qaeda no volvería al país y que continuarían en la senda de la modernidad que Estados Unidos y sus aliados habían llevado a su tierra. Algo que, se ha probado una vez más esta semana, no ha llegado a cumplir.

Los talibanes prohíben el sonido en público de la voz de mujer

El Gobierno de facto de Afganistán acaba de dar un paso más en la represión contra las libertades que está llevando a cabo desde la huida de occidente. Esta semana ha aprobado la llamada ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio que obliga, entre otras cosas, al uso del velo para cubrir el rostro de mujeres y condena el sonido de su voz en público.

La nueva norma obliga por primera vez a que las féminas se cubran el rostro y el cuerpo para evitar «causar tentación», y evitar su sonido en público, incluyendo cantar y hablar en los micrófonos. De la misma manera, los talibanes prohíben a los conductores que las lleven en sus vehículos sin la autorización de un «tutor masculino legal», según informaba la agencia de noticias EFE esta semana: «La implementación de la sharia y el hiyab es nuestra línea roja. No podemos negociar con nadie sobre estos asuntos», dijo en una reunión con las autoridades el ministro de la Virtud y el Vicio, Mohammad Khalid Hanafi.

En cuanto a los hombres, se les prohíbe utilizar corbatas y recortarse la barba más de lo que mide un puño. De acuerdo con el gobierno, la norma esta diseñada según la sharia islámica y la escuela Hanafi, una de las cuatro principales de la jurisprudencia islámica sunita, con un enfoque más estricto y fundamentalista.

La nueva ley tiene también provisiones generales sobre los medios de comunicación y su obligación de adaptarse a la sharia, y la prohibición de «humillar o insultar a los musulmanes», así como incluir imágenes de seres vivos.

Mujeres con burka en un mercado de Kunduz, en Afganistán

Historia de la retirada de los Estados Unidos y el mundo occidental

«Hubo muy poco planteamiento en la retirada», relata ahora el experto en seguridad militar Manuel Gazapo Lapayese. «Se recogió todo en un tiempo récord y se olvidó en Afganistán a muchos colaboradores que habían ayudado en materia económica, diplomática, de inteligencia y de cooperación al desarrollo, algo que evidentemente se tendría que haber organizado mucho mejor y que la población local no ha perdonado».

Gazapo recuerda que la decisión se tomó tras un cambio de estrategia geopolítica y militar: «Décadas atrás, Estados Unidos entendía que tenía que defender la libertad de los países en los que intervenía, de una forma casi mesiánica. Sin embargo, la acumulación de ataúdes de soldados estadounidenses acabó teniendo un peso muy grande en términos de popularidad y les restó votos tanto a los demócratas como a los republicanos», asegura el experto.

Estados Unidos ya sabía que solo había dos soluciones para Afganistán: o se arrasaba en el país con un mayor número de tropas o había que salir huyendo de allí. Al principio, se optó por llevar más hombres, pero primero Obama, luego Trump y finalmente Biden, tuvieron claro que lo más conveniente era una retirada porque se estaban consumiendo demasiados recursos en esa guerra que no acaba de terminar.

«Ahora, Estados Unidos pretende no intervenir de manera directa y constante en todos los conflictos del planeta porque sabe que el coste de esos conflictos alejados de su país acaba siendo muy alto, tanto a nivel económico como político y mediático», opina Gazapo Lapayese.

El pesar general en Afganistán: el doble rasero en la acogida de refugiados
Varias mujeres cerca de Herat (Afganistán).Gtres

Fue durante los acuerdos de Doha cuando Estados Unidos negoció con el gobierno elegido democráticamente por la población de Afganistán, pero también los talibanes también se sentaron en la misma mesa, «un grupo terrorista que no debía estar ahí, como así pensaba la población afgana», señala Gazapo.

«El propio gobierno afgano se retiró de las negociaciones de Doha porque no quería ser parte de la misma mesa que los talibán, así que los únicos que acabaron negociando fueron los Estados Unidos y los talibán», recuerda el experto en seguridad militar y doctor en Relaciones Internacionales. La motivación de los norteamericanos en su presencia en este acuerdo no es otra que la «garantía de que los iban a salvaguardar «o, al menos, que no van a atentar contra ellos durante su retirada», algo a lo que acceden siempre y cuando los «invasores» se marcharan «en tiempo y forma».

A esta retirada se unieron, consecuentemente, todos los Estados a los que los americanos habían llamado: «a todos sus socios de la OTAN y resto de aliados» de fuera de la Organización, lo que sumió a Afganistán «en un absoluto infierno, en un absoluto caos, dominado por los talibán, que vuelven una vez más al poder».

Afganistán, un «emirato» en el que entrenar terroristas

El país se ha ido convirtiendo con el paso de los años en uno de los epicentros mundiales del yihadismo. En junio, el líder de Al Qaeda, Saif al Adel, pidió que Afganistán se convirtiera en un punto de inmigración musulmana. Pretende que, ahora que el país es un «emirato islámico»—según sus propias palabras—, lleguen hasta allí fieles de todas las partes del mundo, especialmente los jóvenes de Europa, a los que aconseja trasladarse a vivir al país asiático.

El llamamiento se produce en plena guerra en la Franja de Gaza, la cual utiliza para captar más radicales que se formen en los campos de entrenamiento de la organización —han implantado ya ocho en Afganistán según la ONU— y lleven a cabo ataques en todo el mundo. Asimismo, el líder de Al Qaeda sostiene que «golpear en América y Occidente (…), llevar el conflicto a la tierra del enemigo y golpear su economía» es clave para proteger los frentes yihadistas.

Los talibanes montan guardia frente a la Universidad de Kabul (Afganistán). Los talibanes en el poder han prohibido a las mujeres asistir a la universidad.
Los talibanes montan guardia frente a la Universidad de Kabul (Afganistán). Los talibanes en el poder han prohibido a las mujeres asistir a la universidad.EFE

En esta vuelta de Al Qaeda al territorio afgano, los talibanes han sido cómplices principales, pese a su compromiso ante Estados Unidos a impedirlo, y ahora la organización terrorista tiene allí a más de diez altos cargos viajando con frecuencia entre el país y la vecina Irán.

«En Afganistán, por tradición, un extranjero es un invasor y hay que expulsarlo», explicaba el coronel del Ejército de Tierra Pedro Baños en Vozpópuli. «La gente afgana jamás se ha querido someter a ningún invasor. Esa guerra ya estaba perdida para Estados Unidos cuando entró por ese concepto que hemos hablado de venganza», contaba.

Población de Afganistán tras la marcha de Estados Unidos.
Población de Afganistán tras la marcha de Estados Unidos.EP

Hace tres años, Afganistán tenía un futuro

El país ha vuelto a la Edad Media desde la marcha de los países occidentales. Con ellos, la población había conseguido «grandes avances», según la opinión de Gazapo: «Las mujeres, por ejemplo, gozaban de una formación y una libertad de las que hoy carecen», aseguraba el doctor en Relaciones Internacionales días antes de conocerse la noticia de que el gobierno talibán —gobierno de facto del país— ratificaba la ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio.

En cuanto a las responsabilidades, al país al que señalar por el olvido de Afganistán, no se decanta por culpar únicamente a Estados Unidos: «España tiene tanta responsabilidad como todos los otros países que abandonaron Afganistán a destiempo. Allí hubo colaboradores directos e indirectos que apoyaron a nuestras fuerzas armadas, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y servicios de inteligencia», reprende el experto.

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