
Artículo de opinión de Horacio Garnica
La corrupción es una lacra antiquísima que deambula con todos sus estragos por el decurso de la historia de la humanidad, así lo demuestran muchos ostensibles hechos: Durante el reinado de Ramsés XIX en Egipto en el año 1100 a. C., fueron denunciados funcionarios por estar en contubernio con bandas de profanadores de tumbas; en Grecia en el año 324
a. C., Demóstenes fue denunciado y condenado por haber hurtado dineros que fueron depositados en la Acrópolis; que decir de Pericles apodado el Incorruptible, que se lucró del contrato de construcción del Partenón.
En la antigüedad, “engrasar la rueda”, era lo mismo a lo que hoy se conoce en Colombia como “mermelada institucional”, que en la hora de ahora se presume que sólo la degustan los abyectos miembros de una conocida secta política, propietaria políticamente por el momento del panal estatal. Ojalá no terminen díabéticos.
En la Roma antigua en caso de corrupción, había dos penas muy severas una era el exilio; la otra el suicidio. Esta última, de alguna manera, era más recomendable porque por lo menos te permitía mantener el honor. Qué tal si estas dos penas se aplicaran en Colombia?.
No obstante hubo actos de corrupción, como el caso del Censor Catón con 44 procesos por corrupción; la quema de las pruebas contra Lucio, hermano del general Escipión, ordenada por éste y lo que revela Bertolt Brecht en una de sus obras sobre Julio César cuando dice: “La ropa de sus gobernadores estaba llena de bolsillos”.
Así como está llena de bolsillos la ropa de los que se han lucrado de REFICAR, ISAGEN y ODEBRECHT, y de otros de quienes se supone “no son peritas en dulce”, porque son “doctos” en “corrupción legal”, algo que resulta rechinante, pero que existe en la realidad institucional colombiana.
En la Edad Media la religión católica difundió la idea de que robar era pecado, pero con la confesión se podía borrar este y otros pecados; este postulado moral paradójicamente acicateó la corrupción. En este ámbito de corruptela el rey de Francia Felipe II creó impuestos que sólo entraban a su haber personal.
Durante el régimen de Napoleón Bonaparte, el mismo le advertía a sus ministros que podían robar un poco, siempre que administraran con eficiencia.
Con el surgimiento del capitalismo, de la revolución industrial y la llegada al poder de la burguesía, se incrementó la corrupción, la que “entró a formar parte del funcionamiento del Estado”. Incluso Winston Churchill exclamó: “un mínimo de corrupción sirve como un lubricante benéfico para el funcionamiento de la máquina de la democracia”.
Con toda razón Carlo Alberto Brioschi, autor de Breve Historia de la Corrupción, sostiene que: “La corrupción es un fenómeno inextirpable porque respeta de forma rigurosa la ley de la reprocidad”. Y es un cáncer mundial que se presenta con mayor intensidad en los paises en vía de desarrollo, y con menos intensidad en los paises escandinavos. Según Transparency International esto se debe al peso específico que tiene la ética luterana en el comportamiento humano de los escandinavos.
Se cree que la corrupción institucional en Colombia se inauguró con el robo de cinco mil pesos oro, que fueron entregados por la Corona española en el año 1602 a Francisco Sade presidente del Virreinato para que los consignara en la Tesorería, pero fueron a parar a sus bolsillos. Y como si fuera poco, aprovechándose de un estado crítico de salud del investigador Andrés Salierna Mariaca, lo calumnió diciendo que los cinco mil pesos se los había entregado como soborno al investigador antes mencionado. En este caso no se consumó el soborno pero en otros si. Hechos como este tienen plena vigencia en la vida institucional colombiana.
Prueba de ello es la investigación que se adelanta, nada más y nada menos contra encumbrados funcionarios de la Corte Suprema de Justicia.
No hay la menor duda de que el mayor o menor grado de corrupción del ser humano depende de su textura ética y de su personalidad.
Todo lo aquí descrito de ninguna manera significa bajar la guardia en el combate a la corrupción, es más bien para tener suprema claridad del fenómeno canceroso que nos ronda, porque no hay ser humano absolutamente inmaculado, siempre hay las tentaciones y las provocaciones.
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La entrada Diciembre 9: día internacional de la anticorrupción se publicó primero en Río Noticias.