
Muchos son los cuestionamientos que han surgido en torno a la distribución de tierras agrícolas de Colombia para los campesinos, sin embargo dejan a un lado, el gran problema que la poca manipulación legal de éstas trae consigo, pues para nadie es un secreto, que el narcoterrorismo sea paramilitarismo criminal o narcoguerrillero, son los verdaderos terratenientes de la mayoría de las hectáreas ricas e ideales para la producción de rubros del agro, pero que por décadas las han convertido en la mejor fuente de ingreso para el tráfico de droga.
Según datos aportados por el Presidente Iván Duque, sólo el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), tiene en su poder 300 mil hectáreas, suficientes para unas 220 mil personas, las cuales están improductivas, debido a que el Cauca sigue siendo uno de los departamentos más pobres del país, pero ellos quieren aún más y pelean sin justificación, trancan vías y se confabulan con la izquierda, que lo único que busca es generar violencia y una desestabilización armada.
También, las lenguas viperinas de otros dejan ver una visión errónea del Estado frente a la productividad agrícola, diciendo que ha ignorado a los campesinos y ha arrojado al olvido su amplia extensión de tierra nacional como la mejor alternativa para impulsar el crecimiento económico de la nación.
¡Falso!
Pues, los datos aportados por el DANE reflejan como el café tuvo un significativo incremento del 10,4%, esto pese a que Colombia cuenta con un clima malsano, con temporadas lluviosas impredecibles o de grandes sequías e inundaciones en las planicies y regímenes trimestrales en los Andes, que son laderas ácidas, es decir, una agricultura tropical poco competitiva, pero que aun así da frutos importantes en la exportación y se extienden en todo el mundo.
El incremento en el comercio de flores, productos químicos y maquinaria y equipos de transporte, entre otros, hizo que las ventas de los sectores de manufacturas y agropecuario crecieran 3 y 6,6 por ciento, respectivamente, en comparación con febrero del año 2018.
Ahora bien, dónde queda el enorme y catastrófico daño que causa la minería ilegal, orquestada por organizaciones criminales como el ELN y otros grupos delictivos que dañan ríos, cuencas y páramos. ¿Dónde?
Aquí hay ganadería porque en el trópico malsano es muy difícil tener agricultura masiva, pero ahí no radica el problema, la dificultad la gestionan los corruptos disfrazados con corbatas mal anudadas y que se hacen llamar: políticos ecuánimes, cuando en realidad no defienden los intereses ni de los indígenas ni de los campesinos, sólo velan por mantener vigente el narcotráfico y continuar con una destrucción ambiental, que fue combatida por Uribe, multiplicada por Santos y que hoy protege Duque.
En fin, la lupa habría que ponerla hacia las corruptelas narcopopulistas, que solo esconden tras una máscara mal hecha, su más torcida intención de generar violencia y confusión en la población, y esto tan sólo con fines altamente políticos, para manipular caras bonitas, que por dos pesos, se presta para transmitir un mensaje erróneo y cargado de resentimiento social de los senadores izquierdistas más rebuscados, que no necesitan ni merecen ser nombrados.
Ahora solo demos gracias a Dios que esa mafia no llegó a la presidencia de este país y tan solo calienta un puesto en el Senado, esperemos que no por mucho tiempo.
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