Hace poco más que una década, con 24 años, la ingeniera keniana Dorcas Muthoni (Nyeri, 1979) fundó la empresa OpenWorld. Hoy, esta consultoría está entre los principales del sector de internet en África: emplea software libre para aplicaciones que van del gobierno electrónico a la digitalización de los negocios. No obstante su éxito, Muthoni no ha dejado de visitar escuelas para animar a otras jóvenes africanas a que se dediquen a la ciencia y a la tecnología. Uno de sus proyectos consiste en dar charlas gratuitas a cambio de que las oyentes se comprometan a replicar la charla con otras jóvenes. El viernes, Muthoni fue investida doctora honoris causa por la Universitat Pompeu Fabra (UPF).
No solemos asociar África con tecnología: ¿nos equivocamos? La tecnología ha cambiado profundamente África. En Kenia se inventó l’M-pesa, el pago por medio de móviles: la gente no usa tarjetas de crédito, sino que se intercambia dinero por medio del móvil. Puedes transferir dinero en tres segundos. Eso ha incrementando las transacciones.
Y, sin embargo, seguimos asociando el continente con la pobreza… Lo que se ha hecho hasta ahora contra la pobreza no ha dado los frutos deseados. La tecnología está cambiando el mundo: también puede marcar un cambio en cómo abordamos la pobreza.
¿Por ejemplo? Por ejemplo, mi empresa trabaja con pequeños empresarios para digitalizar sus negocios. Por medio de una aplicación de Android, un empresario africano puede acceder desde su tienda o sofá a millones de clientes.
¿Qué la motiva a promover la ciencia y la tecnología entre las jóvenes? La capacidad de escribir código es fundamental en la cuarta revolución industrial. La escasez de mujeres en las carreras científicas en África hará que su futuro sea aún más difícil que su presente.
¿Pierde algo la tecnología por la escasez de mujeres en ella? La perspectiva de las mujeres podría enriquecer la discusión. Si no hay tecnólogas, acabas haciendo productos que no están alineados con la necesidades de las mujeres. En la facultad no había lavabos de mujer: se asumía que no hacía falta.
¿Han mejorado las cosas? Más mujeres están alcanzando posiciones de responsabilidad. Las jóvenes se sienten más seguras al escoger carreras científicas y tecnológicas. Hay toda clase de grupos y asociaciones de programadoras.
¿Qué obstáculos se encuentran? Sobre todo, la falta de modelos. Muchas chicas, como me ocurrió a mi, crecen en entornos rurales, en los cuales no tienes idea de lo que es un ingeniero, y aún menos una mujer ingeniera.
¿Cómo pasó del campo a la red? Me interesaba el diseño. Mi padre quería que fuera médica pero a mí me gustaba la arquitectura y siempre he perseguido lo que me gustaba. Tuve un profesor de física que hablaba mucho de internet. Pensé que eso me interesaba. Acabé apuntándome en informática, en la Universidad de Nairobi.
¿Cómo nació la idea de crear su empresa? Mi primer trabajo fue llevar internet a las universidades de Kenia. Descubrí el software libre para hacer funcionar los servidores. Cuando hablaba de ello, de la posibilidad de tener correos electrónicos o programas sin pagar, notaba una gran sorpresa y excitación. Me di cuenta de que había una gran demanda de este software.
¿Qué modelos la inspiraron? Me inspiró mucho Wangari Maathai [la primera mujer africana en conseguir el premio Nobel de la Paz, en 2004]: una líder en conservación ambiental, pionera en hablar del cambio climático, que consiguió que mujeres rurales plantaran millones de árboles. Hubo políticos que a veces la combatieron con violencia, incluso física. Me inspiró que fuera una profesora, científica, y una persona muy centrada en sus objetivos.
DIARIOCORDOBA