Un nuevo sismo de 6,1 grados se registró este sábado en Ciudad de México, que se vio golpeada el martes pasado por un terremoto de 7,1 grados que dejó casi 300 muertos.
El Servicio Sismológico Nacional, que preliminarmente había dado una magnitud de 6,4, informó que el movimiento telúrico tuvo su epicentro en el estado de Oaxaca, en el sur del país.
El sismo obligó a parar las labores de búsqueda de víctimas del terremoto anterior, mientras que Protección Civil informó que hasta el momento no se reportan afectaciones en la capital.
De acuerdo con expecialistas, la Ciudad de México es muy vulnerable pues está construida sobre un depósito de sedimentos que amplifica las ondas sísmicas, subrayan expertos.
Yann Klinger, especialista en tectónica de placas del Instituto de física del mundo en París, explicó que en comparación, el sismo ocurrido en el sur de México el 7 de septiembre, de magnitud 8,2, era «un monstruo» pero fue relativamente menos mortífero (100 muertos), añadió.
«El que haya muchas más víctimas esta vez se debe especialmente a la configuración específica de México», indicó.
«México es un lugar muy activo en el plano sísmico», subraya el sismólogo Michel Campillo, profesor en la Universidad de Grenoble (Francia).
El gran temblor de 1985, de magnitud 8,1, que devastó México, causó más de 10.000 muertos (30.000, según algunos cálculos).
«El sismo del martes está relacionado con el hundimiento de la placa Cocos, una microplaca situada debajo de la placa Norteamérica», declaró Yann Klinger.
Esta microplaca está «atrapada» entre la placa Pacífico y la placa Norteamérica, dijo.
Tradicionalmente la costa oeste de México registra grandes sismos por el frotamiento entre la placa oceánica y la placa continental.
«Pero el sismo del martes es un poco particular pues está localizado más al este. En vez de hundirse suavemente, la placa Cocos flotó un poco y luego terminó por impactarse más lejos hacia el este. Se torció y se quebró. En ese lugar se produjo el sismo», subraya Yann Klinger, director de investigación en el CNRS (Centro nacional de investigación científica).
Se trata de un «sismo intraplaca», que ocurre al interior de una placa, y no un «sismo de subducción» clásico (ruptura en la interfaz de la placa oceánica y la placa continental). Fue lo que ocurrió el 7 de septiembre.
El epicentro del sismo del martes estuvo situado a 120 kilómetros de la capital mexicana y se dio a una profundidad de 57 kilómetros.
– «Arenas movedizas» – La megalópolis está construida sobre una cuenca sedimentaria y un lago seco, subrayan los expertos.
Cualquiera que sea el tipo de sismo (intraplacas o de subducción), esta configuración geológica produce una amplificación de las ondas sísmicas, con frecuencias muy perjudiciales para los edificios de varios pisos. De ahí su peligro creciente para los habitantes.
«Hay dos efectos muy funestos que se conjugan. Las ondas son atrapadas en la cuenca y amplificadas. Además, los sedimentos (arcillas, arenas) pierden su coherencia al ser sacudidos y experimentan un proceso de licuefacción como las arenas movedizas», explica Yann Klinger.
Algunas imágenes del sismo del martes se «parecen a las de 1985, con edificios desplomados sobre sí mismos», precisa Michel Campillo.
David Rothery, profesor de geociencias en The Open University (Reino Unido) subraya también que en la ciudad de México «la naturaleza del terreno tiende a amplificar el temblor, como en 1985».
Pero el experto se interroga sobre el hundimiento de la escuela primaria y secundaria Enrique Rebsamen en la ciudad de México, donde murieron 21 alumnos y 5 adultos. «Parece que se trata de un edificio moderno», escribió en un comentario publicado por Science Media Centre (SMC).
«Si hubiera sido construido correctamente, no se hubiera derrumbado y espero que se hagan indagaciones para saber si los requisitos de la construcción fueron respetados», dijo.
EL HERALDO